Hostión

Yo me había prometido no caer en errores del pasado y, aunque, como todos, no era más que un aprendiz en esto de vivir y amar, me había doctorado en cuestiones de dolor y tenía un máster en pecado mortal. Con ese currículum puedes ir por la vida con la cabeza más o menos alta, sabiendo como poco de dónde te vienen las hostias.

Lo que pasa es que cuando uno se confía, no me negarán que les ha ocurrido alguna vez, la hostia llega de quien uno menos se lo espera. Así, estaba yo tan tranquilo, creyendo que había pasado la etapa amateur de mi vida y que podía decir que había aprendido algo de pasadas caídas al abismo, cuando esa compañera que me había prometido el oro y el moro (como un político, no se crean, con unas frases bien hechas y con toda la sinceridad del mundo en sus ojos) va y me pone una zancadilla de esas de tarjeta roja y sanción de tres partidos.

Me he roto los piños más veces, incluso una costilla haciendo el gamba en la nieve, pero nunca había sentido que, de una patada, me rompían la fuerza de latir. No digo que el corazón, porque el corazón no se rompe más que una vez y uno aprende a vivir con los cachitos pegados con superglue, pero las ganas de mandar a mi sangre circular por el cuerpo, de dar el soporte necesario para caminar o para respirar… todo eso, lo perdí en una semana. En una semana en la que, supuestamente, ella estuvo valorando las distintas posibilidades que se le abrían en este camino. Y, aunque me avisó, y me avisaron, uno nunca quiere creerse esas cosas. Siempre pensamos que no somos tan tontos como para caer dos, tres y hasta cuatro veces o más en la misma trampa.

Pero bueno, el caso es que he caído. No voy a decir eso de que la paloma se volvió gavilán, o que el cachorro resultó ser zorra. No tengo fuerzas ni ganas para juegos de guerra fría, muy fría. Estoy más por olvidar a base de cerveza. Y recuperar aquello que nunca debí haber abandonado: las ganas de querer estar conmigo mismo.

Eso sí, cuánta razón tenía mi abuela cuando decía aquello de “quien con niños se acuesta, meado despierta”.

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