A la puerta de cada casa

A la puerta de cada casa debería haber dos ojos como esos.
Dos ojos que expresan
Siempre lo contrario de lo que piensan,
Y que piensan cuando hablas,
Mirando en todas direcciones,
Sin aguantar la mirada.
Acechando al contrincante de tu verbo,
Levantando la sonrisa de tus cejas
Cuando el brillo de sus ojos
Cobardes, con los tuyos se mezclan.
Ni por un momento,
Ni por un instante mínimo,
La lucha se iguala en la batalla
Sangrienta e inmadura
De tu guerra.
Particular mención especial
A otros ojos, pupilas
Que brillan, cuando te ríes,
Sobre tus mejillas.
Y esa vida que le das
Al blanco inerte de tu cara
Cuando sus ojos se ciegan con tu boca,
Rosa primera del año,
Aún cerrada. Y si se abre,
Tus ojos, tus mejillas, tu piel,
Bailan al son de tu pelo, libre y salvaje,
Y manso y temeroso,
Trigo y miel de tu cabeza.
Y se convierte en un aquelarre de risas y miradas
Que espantan al ayanante
Y asustan al caminante
De tus curvas, más óseas que carnales,
Pero un pecado mortal,
Y fuerzas de nuevo tus ojos, cálidos y acogedores,
A parecer portal,
Zaguán de venta, hogar de arrabales, casa de cuna.
A la puerta de cada casa
Debería haber unos ojos como los tuyos.

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