El camino

Suponiendo que la vida llega con un plan bajo el brazo, como diría aquel, ni idea tenía de que ese plan fuese a ser tan intrincado y fenomenal como el que me esperaba. No sólo por la sorpresa de encontrar un camino más en el infinito árbol de posibles de mi futuro de esta forma, sino también, por la gran cantidad de elecciones y descartes que tengo y tienes que hacer para que ese camino sea común.

Por eso, cuando la bomba cayó sobre mí; cuando la curiosidad devino necesidad, como tú dices; cuando el anhelo más íntimo empezó a construirse sobre la base más efímera, sentí que estaba moviéndome hacia la luz sobre la fina capa de hielo de un lago siberiano, donde es tan frío el aire como el agua. Pero con la promesa de un lar ardiente. Y hacia allá me fui.

Cualquiera que haya corrido en campo a través sabe que cada paso debe ser analizado en décimas de segundo, cada mal paso puede suponer una lesión, dolor, caídas o la pérdida irreparable de un tiempo precioso camino a la victoria total. En nuestro caso, hemos ido dando pasos sin mirar el suelo, sin saber hacia dónde corríamos, sólo por el placer de correr. Por la pura adrenalina de reconocer un terreno nuevo. Como el que pisa la nieve matinal y mira sus huellas, solas, únicas, en medio del desierto brillante.

Entonces, cuando el deshielo de la primera primavera comenzó a fundir nuestras máscaras y pudimos mirarnos a los ojos, por fin, el tibio suspense de unos segundos colgó el tiempo y lo que estaba dividido se unió, húmedo aún, cada vez más caliente, sucio, sencillo, violento, profanador y secreto. Continuábamos pisando la nieve, pero ahora fundíamos nuestros pasos sin saber quién seguía a quién.

Y empezaron los obstáculos. Esos obstáculos que la vida ha ido construyendo en nuestra vía, esos que, sin quererlo, hemos ido colocando poco a poco, con decisiones e indecisiones, y que había que esquivar, que salvar, para que el compromiso común de un camino juntos pudiera hacerse realidad. Nos ayudamos en cada búnker de arena, en cada río que cruzamos, en cada muro en el camino, vamos de la mano, nos esperamos.

Y sin darnos cuenta, avanzamos más lento, pero más seguro. Sabiendo que, ahora, velaremos por la ruta, el uno por el otro; sabiendo que, si caes, estaré justo detrás para recogerte, y que si caigo yo, esperarás por mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario